Me formé como arquitecta y trabajé en despachos renombrados, pero siempre sentía que algo me faltaba y algo me sobraba.  El mundo de la construcción no era para mí, me estresaba, me angustiaba y por otro lado me hacia falta utilizar las manos, algo que desde niña había hecho.  

 

En el 2000 dejé todo y empecé a estudiar joyería.

Tejer es otra de mis pasiones y en ocasiones combino la joyería y el tejido, a veces ganan los hilos y estambres y a veces el metal.

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Con los hilos y estambres siento que doy suavidad a la dureza de los metales, y con los metales le imprimo fuerza y estructura a los hilos.

En este mundo de combinaciones es donde encuentro lo que más me gusta hacer en la vida.

 

Me inspiran las texturas, los colores y los materiales.

 

Mi trabajo es todo hecho a mano y totalmente personal. Está impregnado de lo que me inspira, de mi búsqueda, mi pasión, energía y significado.  Quien lo compra y lo porta participa de esta historia y se vuelve parte de ella.

 

Detrás de cada pieza hay una gran cantidad de horas y dedicación invertidos. Desde la planeación, la selección de los materiales, los colores, las múltiples pruebas, los problemas en el camino y el cuidado de los detalles; todo esto le da integridad y un valor único a cada arete, cada collar, cada pulsera…

 

Alguna vez una clienta me dijo “cuando me pongo tu collar me pongo de buen humor”, para mi es realmente gratificante que esa energía de plenitud y gozo que me provoca hacer las piezas lo llegue a sentir quien las usa.

 

El tejido y la joyería me significan actividades meditativas de desconexión con el mundo exterior; de relajamiento y tranquilidad.  Soy obsesiva del orden y quizá creando imagino que logro acomodar mis experiencias y mis emociones.

 

En los últimos años la vida me ha dado una lupa para ver muy de cerca y a detalle todo a mi alrededor. Desde aquí sigo explorando todos los días y agradeciendo el poder vivir de lo que hago y sobre todo compartirlo con los demás.